domingo, 21 de agosto de 2011

Nada que esconder

Con todo aclarado, el tema ahora era contarle a la familia y amigos lo que estaba sucediendo y lo que se nos venía por delante. Algo sabían por las primeras ecos en la zona y porque, al desaparecer un fin de semana completo, cuando todos estaban al tanto de que teníamos control aquel viernes, surgieron las sospechas.
Era muy duro contarle a mis papás que su primer nieto tenía algunos problemas y que probablemente no podría entrar corriendo al negocio a robarse un chocolate, por ejemplo. Sabía que contábamos con todo su amor y apoyo, e igual, me dolía mucho. Pero lo hicimos y fue un alivio.
Sin embargo, más allá del núcleo más íntimo, no quería contarle nada a nadie más, no quería hablar, ver ni escuchar ningún comentario. No quería que sintieran pena por nosotros ni que nos miraran con cara de `pucha....`, así que seguí en mi refugio. No respondí teléfono ni mails. Mis amigas intentaban comunicarse conmigo, pero tu papá era el filtro y quién se hizo cargo de la vocería. Hasta que un día, un par de osadas amigas de la vida, golpeó. Sin aviso, sin más, estaban en nuestra puerta, con una leche asada en las manos. Yo estaba sola, así que no me podía seguir escondiendo. Y más allá de ayudarme a desahogarme y de entregarme el apoyo en nombre de todo el team, lograron que mi claustro tocara fondo. Con la Regina y la Cata, esa tarde, puse fin al encierro y comencé una nueva etapa. Ya en la recta final. No tenía nada que esconder, por el contrario. Y se los agradeceré siempre.

Porque la verdad es que todos nos querían mucho y sólo deseaban acompañarnos en este periodo, y yo no estaba permitiendo que fueran parte de tu vida.

Y seguiste creciendo. Nuestros viajes a Santiago se volvieron rutina, pues con Hernán las ecos eran seguidas. Debíamos mantener controlada tu hidrocefalia y así pasamos los meses restantes. Seguimos con nuestra vida normal, con caminatas diarias, largas siestas, reuniones con los amigos, paseos, la preparación de tu pieza, lecturas, sesiones de música, las que, estoy segura, disfrutabas mucho.



                     Yo me creía la muerte, la embarazada más linda del mundo.


Se me hicieron eternos los últimos meses...sólo quería que estuviéramos juntos, los tres, en nuestra casa. Pasó noviembre, con los cumpleaños de las amigas; diciembre, con el concierto del gran Andrés Calamaro y la Navidad, en la que fuiste el más regalado; enero, con el año nuevo en Maitencillo, el cumpleaños de tu papá, el nacimiento de tu primo Clemente, el lindo baby shower, organizado por Ingrid y cía, y el primer encuentro con Felipe, el neurocirujano que te operaría al nacer. En esa consulta nos explicó en qué consistía la operación, cómo sería la recuperación y la esperada evolución. Y en nuestro segundo encuentro, con Hernán decidieron que al fin llegarías el miércoles 3 de febrero, a las 8 de la mañana. Y así empezábamos la cuenta regresiva...

3 comentarios:

  1. Que hermosas palabras, sé que resumen un extenso periodo de sus vidas como pareja!!! Y admiro tu valentía prima.
    Acá en Coquimbo siempre tendrás el apoyo, aunque sea mayormente expresado a través de la red social, el angelito que tienes a cargo es nuestra familia, y a todos, estando cerca o lejos, nos tocó el alma y nuestro cariño también.
    Todas las fuerzas para ustedes, sé y no tengo duda, que eres una excelente mamá.

    Familia Robles Valdivia

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar