martes, 30 de agosto de 2011

De tal palo...

Luego de algunos días de refugiados donde tus abuelos, decidimos que era hora de estar en nuestra casa. Nos vinimos, conociste a tu nana, la Ilia, y comenzamos a organizar nuestra nueva vida. Como era verano, salíamos a pasear por las mañanas, dormías siestas largas, recibíamos visitas...todo iba bien y tu poco a poco te adaptabas.

Era entonces la hora de comenzar con NUESTRA rehabilitación.

Susana, tu fisitra, diseñó los ejercicios y nos mandó a la Teletón. Ir a la Teletón implicaba mucho más que eso....era dar un paso enorme, entrar en un sistema, conocer historias similares, y para eso debíamos tener no sólo la fuerza, sino también la capacidad de enfrentarnos a la realidad. Me costó mucho, lo dejaba siempre para "mañana"....así que empezamos en la casa. Entonces conocimos a la Andrea, tu kinesióloga, quien dirige un colegio, el Cedip, y tiene mucha experiencia pues día a día comparte con niños con capacidades especiales. Con ella trabajabas tres veces a la semana en lo que es tu gimnasio, o nuestra sala de estar multiuso. Pelota, colchoneta, cuña, rollo, aceites para masajes, música, teníamos todo preparado para tus terapias, las que observaba atentamente, pues debía replicarlas a diario.



Lo primero que debíamos hacer era potenciar el control cefálico y la postura, y darle información a tus piernas. Para eso, nos hicimos una cajita donde teníamos cosas de diferentes texturas. La idea es que pudiaras diferenciarlas y que tu cerebro fuera guardando esa información. Inventamos juguetes que quizás les puedan servir a otros niños: botellas plásticas con garbanzos, campanitas de navidad pegadas en una cinta, móviles de ramas, frasquitos de colonia con agua fría, bien fría....





Eras muy flojo, Gordito. Al principio, como eras chico, no entendías mucho lo que pasaba y dejabas que la Andrea hiciera la rutina....pero con el tiempo....era algo complicado. La veías llegar y te ponías a llorar (lo mismo que te pasaba con los doctores). Yo me angustiaba mucho, pero ella me explicaba que era cosa de tiempo, que teníamos que dejarte llorar y que, de todos modos, estabas trabajando bien....Pasamos así de los tres meses hasta que cumpliste un año. Nada te podía doler, sólo te daba lata hacer ejercicios. LLorabas la hora entera, y cuando terminábamos y te tomaba, la cosa cambiaba radicalmente. Y yo, no dejaba de pensar en que la sangre tira, que odio los gimnasios, que tu papá jamás se ha puesto un buzo y que para los tres, no había nada más rico que estar acostaditos en nuestra mega cama, bien abrigados, viendo monitos en la tv.

Al año maduraste Gaspar, y gracias a ti, yo también. Ya te contaré...



viernes, 26 de agosto de 2011

Hace frío y estoy lejos de casa...



Pasamos lo que quedaba de noche sentados en el living, mirando por el ventanal. Tú, plácidamente dormido, abrigadito entre mis brazos. Una réplica tras otra y nosotros sin saber nada de la familia ni del epicentro de este terremoto. Sólo pensábamos en que el destino había permitido que estuviéramos juntos....no te podrías imaginar mi locura si hubieras estabo en la clínica, más aún, cuando se cayó la torre de corriente a la salida del estacionamiento, así que no había manera de sacar el auto.

Angustiados,y luego de un par de horas, decidimos bajar al lobby del edificio donde estaba la noticia: una decena de personas sentadas en el piso del lugar y tapados con frazadas, atentas a la radio del conserje. Ahí nos enteramos que la peor parte se la habían llevado los penquistas. Poco a poco, también nos pudimos comunicar con tus abuelos. Empezaba a amanecer y se nos empezaba a aclarar el panorama.

Habíamos decidido quedarnos en STGO por algunos días, por si algo te pasaba....pero aunque ninguno de los dos dijera nada, sabíamos que estábamos aterrados y que pese a todo, era mejor estar con la familia. Nos dimos tres vueltas y la angustia hizo que empezáramos a armar maletas.

La tía Ivonne y la Rossana nos fueron a saludar y nos contaron que si bien había muchas pasarelas en el piso, la carretera estaba transitable...era el impulso que nos faltaba para partir.

Con los autos llenos, comenzamos el viaje. Pero primero pasamos a la clínica, ya que tu leche sólo la podíamos comprar en una importadora, que claramente no funcionaba post remezón. Ahí, en la que fue tu casa por 23 días, el terremoto hizo lo suyo y donde estaba tu cuna al día siguiente había sólo una ruma de desechos. Tu pediatra me contó que estaba de turno y que debieron sacar a las guaguas en los bolsillos de delantales especiales para emergencias.....Insisto, todo pasa por algo...

Y nos vinimos Gaspar. Luego de un viaje largo, llegamos a la casa de tus abuelos, donde todos te esperaban. Al fin en la casa. Aquí, los temblores pasan de largo, Gaspar.





Uno de mis grandes temores- y creo que el de todos los papás de niños con algún tipo de patología o capacidades especiales- se relaciona con el momento en que me preguntes y conversemos sobre tu enfermedad. ¿Cómo explicarte lo que te pasa, porqué te pasa, o porqué no puedes hacer lo mismo que los niños de tu edad¿ . Lo he pensado muchas veces y el nudo avanza de mi guata a la garganta. Sé que falta para eso y que el tema lo debemos abordar con cautela y ayuda, pero me he estado preparando.

Ayer, una amiga compartió este lindo cuento en su blog, que ya imprimí, anillé y reservé para que lo leas, Gordito. Hoy se los entrego a ustedes...Ojalá les guste, lo lean y compartan con sus niños. (Vía , blog sobre accesibilidad y tecnologías para la discapacidad, de @_Sole_. http://www.ayudatec.com/).


http://www.aulaintercultural.org/IMG/pdf/nimasnimenos.pdf

miércoles, 24 de agosto de 2011

Correr, rezar, amar


Estabas listo. Con la alergia controlada gracias a una leche, al parecer hecha en base a oro pero que tolerabas muy bien, y con las heridas de guerra cicatrizadas, nos despedidos, ahora sí que sí, de CLC. Como equecos salimos cargando exámenes, más exámenes, RX, resonancias, pañales, sondas, leche, algodones, bolsas, aguas bidestiladas…nos hicieron el paquete completo y nos mandaron para la casa.
En tu huevito del coche te veías enano. Yo te veía tan grande en la neo, al lado de tus mini compañeros de sala (todos prematuros, súper prematuros), y en realidad eras un niñito de 23 días que venía saliendo de una enterocolitis, que pasó ocho días sin comer….todo te quedaba grande, hasta los calcetines Gasparcito….
Esta vez estábamos seguros que todo andaba en orden, así que confiados nos fuimos al depto, donde estaba esperándote parte de la familia. Sería un gran día, que no olvidaríamos nunca.
Empezábamos entonces otra etapa, la que llamo DG (después de Gaspar). AG (antes de Gaspar) yo no era la misma. Los que me conocen bien se han dado cuenta e incluso hemos bromeado al respecto. AG yo era más mal genio. Menos risueña, menos cariñosa, menos tolerante, menos católica, menos consciente, más acelerada…ahora, DG, siento que soy y trato de ser una mejor persona, más comprensiva, más alegre y más agradecida….AG sólo pedía, por mi, la familia, los amigos, porque me fuera bien en tal cosa, que me resultara otra…pero ahora, también doy gracias por todo lo que nos ha tocado vivir. Porque sé que si nos elegiste a nosotros como tus papás es porque sabías que te cuidaríamos, amaríamos y haríamos lo que fuera porque estuvieras bien y fueras feliz.


Cuando supimos lo del mielo comenzamos a rezar mucho. Rezábamos en la casa e íbamos a misa, lo que hemos mantenido hasta hoy. Poco a poco, y gracias a muchas personas que se fueron enterando, fuimos formando un altar que está lleno de santos, estampitas, denarios, e incluso el famoso gatito chino de la salud, todos regalos de gente que te quiere y que se sumó a nuestras oraciones. Muchos de ellos de forma anónima, pedían por ti en la misa de 12 de la Parroquia, algo que me llenaba de alegría, de emoción y algo de pudor, no porque todo Quillota se enterara, sino porque sé que hay cientos de niños que también necesitaban de esa fuerza común, que iba dirigida a ti en esos momentos. “Pedimos por Gasparcito”, decía el padre y yo sonreía como si todos me miraran, buscando a tu amigo incógnito.
Fue por esto que no dudé en rezar, contigo en los brazos y tu papá de la mano, cuando esa noche, nuestra primera noche juntos como familia, comenzó a temblar, a temblar tan fuerte que en segundos te sacamos de la cuna y nos refugiarnos bajo el umbral de la puerta. Mi noche de debut como mamá fue también la noche del gran terremoto del 27F. Una prueba más superada, Gaspar!.




                                              Así estabas en tu primer día de libertad....




 


       El terremoto fue a las 3:34 horas del sábado 27 de febrero. De 8,8 grados, el quinto terremoto más grande la historia, dejó 523 muertos y 800.000 damnificados. Ese día, además, mi amiga Cecilia estaba en la clínica, pues el día antes, mientras tu salías de la clínica, nacía su hija Laura, otra coincidencia entre nosotras, pues  comenzábamos nuevamente a ser mamás...


martes, 23 de agosto de 2011

¿¿Mozart o mamá???


Del departamento, a la clínica, a dormir, a la clínica, a tomar café, a la clínica, al cine, a la clínica, a dormir, a la clínica…así nos pasamos la semana restante para tu esperada alta. Cada cuatro horas estábamos en la neo para darte la leche y para que nos enseñaran a sondearte. Me costó mucho, me ponía muy nerviosa con la enfermera al lado, como estudiante en práctica al lado del jefe…ellas decían que era cosa de tiempo, pero yo creía que nunca lo iba lograr. Para hacerte una idea, todo era muy mecánico: 7am-11am-15pm-19 pm-23pm-3am te daban leche, te mudaban y revisaban heridas. Cada dos “atenciones” te realizaban el cateterismo. Nosotros hacíamos lo imposible por estar en todas, pero post cesárea me cansaba rápidamente, así que en las noches nos íbamos a dormir (aunque yo no dormía mucho, y llamaba a cada rato a la neo para saber cómo estabas…).
Con todo aprendido, repasado y aprobado, te darían el alta el viernes 12 de febrero. Felices te fuimos a buscar, todo estaba preparado en el depto para recibirte. Salimos chochos de la clínica, despidiéndonos con cara de cumpleaños de todo el mundo. No niego que estaba muy nerviosa y sólo pensaba en cómo sería tu primera noche, nuestra primera noche a solas….pero……….sólo estuvimos dos horas juntos…porque tuvimos que volver por una rectorragia: entramos por urgencias y el diagnóstico fue la moderna enfermedad de la alergia a la proteína de la leche de vaca!!!!!. Es una broma, hay una cámara ocultaaaaaa…no podía ser, tanto tiempo esperándote para tener que volver a dejarte en la clínica, ahora en la UTI.
Esto fue complicado Gordo, porque eras chico y estabas saliendo de un post operatorio. Seguimos entonces con nuestra rutina de entra-sale de la Neo. Sólo te alimentabas de un parenteral, y harían diversas pruebas para ver cuándo podían darte tu pase a la libertad.
Así, dos semanas más. En este tiempo, yo me volví a caer. No lo entendía. Además, como te daba algo de mi leche (nunca tuve mucha) tuve que hacer una idea estricta a puro pan, papa y carne, que no me hizo bien, entonces se juntó todo. Tu papá fue súper fuerte para aguantar mis llantos, gritos y tristezas, y llevar consigo sus propias preocupaciones. Tus abuelas nos acompañaban diariamente, por turnos, así como tus tías Chica, Anita y Roxy, y los amigos, que nunca nos dejaron solos.
En todo ese tiempo nos dimos cuenta que eras muy tranquilito. No llorabas mucho, sólo te quejabas, pero no les dabas mucho trabajo a las matronas. Pero un día Gaspar lloraste por horas. Yo ya te podía tomar, así que en mis brazos te paseaba, te acostaba, te tomaba tu papá, mi mamá, tu abuela Cristina, las enfermeras, la matrona jefe, la auxiliar…todos tratamos, y tu, llorabas más. Entonces, me puse a llorar. ¿Qué te dolía?, ¿Cómo nadie podía calmarte?, ¿Porqué no venía el doctor?, ¿Qué iba a hacer yo cuando lloraras así en la casa?...No sabía qué hacer…pero pensé en nuestra vida juntos, la previa, claro, y me acordé de nuestras sesiones de música, así que busqué en mi ipod los discos que te ponía y te acerqué los audífonos. Te calmaste y me miraste, y ahí descubrí que todo el tiempo que estuviste en mi guata me escuchaste, que te gustaban las sinfonías y que como mamá, había encontrado la solución a tus problemas. Y espero seguir haciéndolo siempre….


No sé si el efecto Mozart tendrá validez, pero te compré varios cd muy lindos, que escuchábamos miestras descansábamos, y según algunos estudios, mejoran la relajación, concentración, memoria, creatividad y análisis...eso lo veremos Gaspar!




Tan lejos, tan cerca

Partimos a Santiago con tus abuelos Pati, Enrique y Cristina, quienes nos acompañaron hasta la clínica, esa noche del martes. Yo estaba aterrada. No sé si pude dormir luego de la conversación con el anestesista, sólo me acuerdo que a las seis de la mañana ya estaba en la ducha y preparándome para la cesárea. Obviamente me fui llorando y lloré todo lo que duró la operación, y no precisamente de emoción, sino de miedo- me da mucho miedo todo lo relacionado con hospitales y clínicas (tú eres seco, súper valiente!!!)- hasta que te sentí llorar (8:19 horas). Esa, para quienes son mamás, debe ser la sensación más increíble y hermosa de la vida. Llorando, te pusieron a mi lado, te di un beso y te fuiste. No te vi hasta las siete de la tarde, pero tu papá te acompañó un ratito mientas el pediatra hacía lo suyo. Pesaste 3.150 y mediste 50,5 cm.

Muy acompañados, esperamos ansiosos y muy nerviosos la llegada de Felipe con las novedades de tus operaciones. Las noticias fueron buenas y cuando ya había pasado el efecto de la anestesia y me sentía mejor, me llevaron a la neo, para RE- CONOCERTE.

Al contrario de las otras mamás, a las que les llevan a sus guaguas en cunitas, vestidas con las pilchitas que eligieron ellas mismas para la ocasión, yo tenía que ir a acompañarte a tu camita, en la que estabas en pañales, de guatita, solo. Estábamos a 20 metros de distancia, los dos en plena recuperación port operatoria. Tan lejos, tan cerca.

Eras exquisito. Larguiricho, de nariz puntuda y ojos bien abiertos. Yo no me atrevía a tocarte mucho, me daba miedo entorpecer el proceso. Pero quería estar todo el rato a tu lado. De hecho, pedía varias veces al día que me inyectaran calmantes, ya que tanta conversa con las visitas y tantos paseos a la neo, me pasaban la cuenta. No me importaba. Quería ver y saberlo todo: cómo mudarte, cómo darte la leche, cuál era la técnica del cateterismo, qué remedios tomabas, cuál era tu temperatura, a qué hora despertabas...
Así pasamos cinco días, yendo y viniendo de mi pieza a la neo. Pocos te pudieron visitar, el control era estricto.
El domingo me dieron el alta, y yo, sólo quería quedarme en la clínica hasta tu salida, que si todo salía bien, sería dentro de una semana. Pero tuvimos que dejarte ahí. Llegar con guata y salir sin guagua en brazos fue terrible, Gaspar. Mi único consuelo fue que al fin te había podido tomar, abrazar, dar besitos y decir al oído que te amaba con el alma y que iría a acompañarte todo el día. Te dije también que te esperábamos con ansias, que teníamos todo listo para recibirte en tu casa, que toda la familia y los amigos querían conocerte y que ya habías recibido muchos regalos. Que todos estaban rezando por ti y que eras un niño muy fuerte. Y que todas las lágrimas habían quedado atrás, porque ahora nosotros teníamos el mejor y más lindo motivo para sonreír.


domingo, 21 de agosto de 2011

Nada que esconder

Con todo aclarado, el tema ahora era contarle a la familia y amigos lo que estaba sucediendo y lo que se nos venía por delante. Algo sabían por las primeras ecos en la zona y porque, al desaparecer un fin de semana completo, cuando todos estaban al tanto de que teníamos control aquel viernes, surgieron las sospechas.
Era muy duro contarle a mis papás que su primer nieto tenía algunos problemas y que probablemente no podría entrar corriendo al negocio a robarse un chocolate, por ejemplo. Sabía que contábamos con todo su amor y apoyo, e igual, me dolía mucho. Pero lo hicimos y fue un alivio.
Sin embargo, más allá del núcleo más íntimo, no quería contarle nada a nadie más, no quería hablar, ver ni escuchar ningún comentario. No quería que sintieran pena por nosotros ni que nos miraran con cara de `pucha....`, así que seguí en mi refugio. No respondí teléfono ni mails. Mis amigas intentaban comunicarse conmigo, pero tu papá era el filtro y quién se hizo cargo de la vocería. Hasta que un día, un par de osadas amigas de la vida, golpeó. Sin aviso, sin más, estaban en nuestra puerta, con una leche asada en las manos. Yo estaba sola, así que no me podía seguir escondiendo. Y más allá de ayudarme a desahogarme y de entregarme el apoyo en nombre de todo el team, lograron que mi claustro tocara fondo. Con la Regina y la Cata, esa tarde, puse fin al encierro y comencé una nueva etapa. Ya en la recta final. No tenía nada que esconder, por el contrario. Y se los agradeceré siempre.

Porque la verdad es que todos nos querían mucho y sólo deseaban acompañarnos en este periodo, y yo no estaba permitiendo que fueran parte de tu vida.

Y seguiste creciendo. Nuestros viajes a Santiago se volvieron rutina, pues con Hernán las ecos eran seguidas. Debíamos mantener controlada tu hidrocefalia y así pasamos los meses restantes. Seguimos con nuestra vida normal, con caminatas diarias, largas siestas, reuniones con los amigos, paseos, la preparación de tu pieza, lecturas, sesiones de música, las que, estoy segura, disfrutabas mucho.



                     Yo me creía la muerte, la embarazada más linda del mundo.


Se me hicieron eternos los últimos meses...sólo quería que estuviéramos juntos, los tres, en nuestra casa. Pasó noviembre, con los cumpleaños de las amigas; diciembre, con el concierto del gran Andrés Calamaro y la Navidad, en la que fuiste el más regalado; enero, con el año nuevo en Maitencillo, el cumpleaños de tu papá, el nacimiento de tu primo Clemente, el lindo baby shower, organizado por Ingrid y cía, y el primer encuentro con Felipe, el neurocirujano que te operaría al nacer. En esa consulta nos explicó en qué consistía la operación, cómo sería la recuperación y la esperada evolución. Y en nuestro segundo encuentro, con Hernán decidieron que al fin llegarías el miércoles 3 de febrero, a las 8 de la mañana. Y así empezábamos la cuenta regresiva...

viernes, 19 de agosto de 2011

Premisa confirmada


El fin de semana del terror, a solas, en silencio, pasó al fin y el lunes partimos a Valpo donde un ecógrafo especializado. Que no vio nada más de lo que el anterior había visto. Pero al que no le creimos nada (ni siquiera que su secre era tal, ya que su consulta era algo...extraña), así que en una tarde, y gracias a los buenos contactos de tu abuelo Roberto, conseguimos una hora para el jueves siguiente, donde un especialista en eco fetal, que se subía y bajaba del avión y que nos hizo un espacio. Ahí conocimos a Hernán, nuestro querido doc que en dos minutos nos aclaró el problema: mielomeningocele (es el tipo más común de espina bífida, anomalía del tubo neural en la cual los huesos de la columna no se forman completamente, lo que da como resultado un conducto raquídeo incompleto. Esto hace que la médula espinal y las meninges (los tejidos que recubren la médula espinal) salgan de la espalda del niño), con una leve hidrocefalia secundaria. No es mucha la coincidencia con mi amiga?, porqué a nosotros?, tendría el valor? cómo costearíamos los gastos? serías feliz?..todas esas preguntas se me pasaron en los segundos que transcurrieron entre la máquina y la consulta de Hernán. Nos quedaban cuatro meses juntos, así que sólo me centré en la última y me propuse como objetivo hacer todo lo que estuviera a mi alcance para conseguirlo.
El doc nos explicó en chileno lo que tréría consigo la patología: serios problemas motores, puesto que las extremidades inferiores se ven afectadas, así como renales y gástricos, todo, eso sí, manejable. Nacerías antes del término del embarazo, cuando tu hidrocefalia aumentara y te operarían a las seis horas de vida. "Pati, aquí habrá trabajo, y aunque todo es variable, tu Gaspar se va a parar, va a dar pasos, no será un Usain Bolt, pero lo importante es que sea feliz", me dijo, y desde ahí, confirme la nueva premisa de mi vida. Serías el niño más feliz y querido del mundo.



Usain Bolt es un atleta especialista en velocidad, campeón mundial y olímpico de 100 y 200 metros, y el hombre más rápido de la historia en ese momento. Su famosa carrera (2008) la vimos con tu papá, en un lindo bar frente a la playa de Camogli, con muchos italianos. Todos quedamos impresionados y en ese momento, el pueblo se paralizó.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Ignorante de la vida!!!!! (o nunca había oído hablar de eso...)

Como una mamá normal, aunque periodista y como muchos deben pensar, con amplios conocimientos, más bien, un mar de conocimientos, con un centímetro de profundidad, nunca se me había pasado por la cabeza investigar sobre las malformaciones. Aunque, por esas cosas de la vida que nadie entiende, pero que sin duda pasan por algo, la primera hija de una de mis mejores amigas había nacido, meses antes, con espina bífida. Por ella yo había leído en Internet y sabía de que se trataba esa enfermedad, a grandes rasgos. Y por eso, cada vez que me hacían una eco, le preguntaba a mi doc de ese entonces si es que se veía algo raro. Porque veía sus alegrías, pero también, sus sacrificios, sus penas, el gran trabajo y amor que requieren los niños que nacen con cualquier tipo de patología.
Los primeros cinco meses fueron sólo de felicidad...como primeriza, sólo pensaba en mi guagua: cómo sería, a quién se iba a parecer, de qué color pintaríamos su dormitorio, dónde comprar la mejor cuna, cómo conseguir una nana en tiempo record, cuántos kilos iba subiendo mes a mes (no pocos, ah)....y tu nombre.....temas importantes en esos momentos, y que me mantenían día y noche pensando en tí, Gaspar (custodio de los bienes de Dios, según un librito que me traje luego de una ecodopplerultramegaasertivaycara, a modo de souvenir).

Bueno. Un día viernes (nunca vayan al doc un viernes por la noche, pues si les pasa algo, o el médico tiene dudas sobre un diagnóstico, pasarán un fin de semana por decirlo en palabras suaves....eterno) antes del cumpleaños de tu abuelo Roberto, fuimos a la ecografía de los cinco meses. "Doc, y cuándo le veré la nariz?, doc, esos son los brazos cruzados?, doc, cómo está su espaldita?..doc...doc...". Pero vio algo raro y dudó. Y ahí comenzó nuestra historia, Gordo.


         Nuestro primer abrazo de oso (ya van...millones)

Ya ha pasado un año y medio...

Cuando te estábamos esperando, comencé a escribirte un libro, en el que día a día iba registrando lo que nos pasaba. Lo que era nuestra vida. Y lo que se nos vendría por delante cuando al fin nacieras. Sabíamos que no sería fácil, sólo teníamos claro, clarísimo, que te recibiríamos con todo nuestro amor y que de la mano, comenzaríamos una nueva vida. Porque no sólo sería tu nacimiento, sino que nosotros, tus papás, tus abuelos, tíos, primos, amigos, comenzaríamos una nueva vida, la de la rehabilitación.


El libro rojo, hecho por la Anita Cristina, tu tía, nos acompañó durante meses, y está escrito, rayado, pintado, y plagado de recuerdos, fotos, papelitos...

Cuando naciste dejé de ser constante y mis letras se transformaron en besos y abrazos...en lecturas y aprendizajes, en masajes y ejercicios...y desde ahí, ya ha pasado un año y medio...18 meses juntos, que han sido los mejores de mi vida, los que quiero dejar plasmados para que cuando seas grande puedas revivir, recordar, y juntos, los tres (hasta el momento), podamos releer cada vez que sintamos que las fuerzas se nos van, que el camino por recorrer se nos hace pesado, largo, pedregoso. Y también, cuando queramos reír rememorando tus gracias y maldades, que hoy en día pasan por jugar a la escondida, bailar al son del jazz, hacer llamados inoportunos a través de mi teléfono, gritar de emoción al ver la bandeja de tus comidas ( o las de cualquiera)... ¡Gordito lindo, cómo nos haces feliz!