miércoles, 12 de octubre de 2011

Gaspar y su alto rendimiento


Seguías llorando, pero también avanzando con tus terapias. Y luego de un par de meses, decidimos que era momento de llevarte a la Teletón. Me costó. Lo dilatamos.
Ya al doblar hacia Avenida Francia me sentí rara. Sabía lo que me encontraría adentro, pero no tenía la fuerza para que todo ese mundo entrara en mi vida, que aún en esos momentos sobrellevaba un duelo.
Nerviosos, con miedo, angustiados, entramos a lo que pensábamos, sería nuestro segundo hogar. Eras chiquitito, creo que el más chico que vi por ahí. Sillas de ruedas, muletas, mamás cargadas con aparatos, niños llorando, otros jugando, altoparlante llamando….y yo, chancho en misa. Porque no me sentía parte de todo eso, porque hasta ese momento vivíamos en nuestra burbuja que, impenetrable, no me dejaba ver más allá. Fue doloroso, Gaspar. Terrible, más bien. Nunca me imaginé tener que llevar a mi hijo a un centro de rehabilitación, uno que además, tiene el poder de sensibilizar a un país entero.
Era adicta al programa de TV. Cada año, La Teletón era un panorama para mí. La veía con fósforos en los ojos, y lloraba a moco tendido con las historias. Esas lejanas, esas que sólo podía ver por la tele…
Ahora nos veíamos frente a frente y eso no lo pude soportar. La fisiatra que te designaron era además la directora del centro porteño. Te revisó, pero claro, como lloraste hasta que te dio hipo, no pudo ver ninguna de tus “gracias”. Ese fue mi consuelo y lo es hasta hoy, porque el diagnóstico fue que había que trabajar, pero que serías muy feliz en tu silla de ruedas, porque ella sabe que eso es lo más importante. Silencio y lágrimas, derivación con la psicóloga (a mí, claro) y días eternos se vinieron por delante. Comenzarías tus terapias de dos veces por semana, de media hora, con los kines del lugar. Y partimos Gordo, viajando martes y jueves hasta Valparaíso.
No todo fue grato. Además de decirte que llorabas la media hora completa, había días en que no iba el terapeuta, otros que por atraso nuestro debíamos esperar mucho, otros en que llovía y el frío era terrible…yo seguía estoica, porque veía a otras mamás aperrando con sus niños, viajando, por ejemplo, desde Llay Llay, en micro, levantándose a las 5 de la mañana para poder cumplir con los horarios. No podía ser que nosotros, en auto y por autopista, fuéramos tan irresponsables.
Pero empecé a evaluar los costos y beneficios. Los llantos me dolían el alma, pero no eran tema. Lo que nos comenzó a afectar fueron tus constantes resfríos, que como te contaré, no eran menores: parainfluenza, urgencias al hospital, clínica, rotavirus, influenza, clínica…No se podía faltar más de dos días a teletón, pues se retrasaba todo, así que era un entrar y salir, sin efectos comprobados.
Decidimos, de acuerdo con tu fisiatra de CLC, la Andrea, el pediatra, y hasta la propia directora, que era mejor que siguieras en la casa, hasta que pasaran las enfermedades respiratorias de ese año.
Continuamos entonces la intervención personalizada, abrigada, segura, caliente, abrazada y llena de amor, en el que se transformó en TU gimnasio. Tres veces a la semana, en un comienzo, que se extendieron a cinco, más una hora de pie y una hora de estimulación eléctrica. Full Gordito, a la par con Usain Bolt, mi niñito de alto rendimiento, que dejó atrás las lágrimas, por risas y piqueros a la colchoneta…



De pie con tus canaletas

Practicando la marcha

Masajes de relajación

Tabla prono

Estimulación eléctrica

Juegos con la Andrea

Leyendo en el podio

Primer día con canaletas, cuando te cambió la visión del mundo

Abdominales

No hay comentarios:

Publicar un comentario